Hortensia, la gata
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Con mucha nostalgia, leí en las redes sociales, la noticia del accidente que sufrió Hortensia, aquella amada mascota, compañera y confidente por más de 10 años, de mi buena amiga y alumna doña Paquita Raventós de Seevers. Conocí a la noble minina, deambulando por la casa de la setentona propietaria: ora en la cocina, ora en el jardín, ya en la terraza, o bien dirigiéndose sosegada, a su edén preferido: el aterciopelado sofá. Además de su pelambre amarillento, negro y blanco y de su esbelta figura, me llamaba la atención su política irreverente, pues con insistente desfachatez, se subía en la mesa para posarse sobre el teclado de la computadora portátil y así exhibir su gallardo perfil. Los minutos pasaban y la senil señora, indiferente a la interrupción de la clase, la miraba con sobrada ternura. Así, la sesión de computación pasaba a un tercer plano y yo, prudente, ocultaba mi percance. Nunca se me ocurrió hacer el más mínimo ademán de bajarla o espantarla, pues de ser así, ahí mis