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La bailarina del joyero musical: drama en el escenario [1]

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  A mi pequeña bailarina, de faldita rosa                               A Lilliana María   Ansioso, toma el saquito de pana donde guarda prolijamente la llavecita dorada en forma de corazón, y la introduce en el cofre musical. Como si obedeciese a una trasmisión del pensamiento, la agraciada durmiente, hasta este momento tumbada sobre el aterciopelado paño, sale del coma y animada, se prepara para la exclusiva gala. Antes, su delicado perfil verifica en el cristal reluciente sobre el cual se dispone a ejecutar la coreografía. Está satisfecha con la primorosa silueta que observa. Pareciera reflexionar: “Luzco impecable. Ahora a complacer a mi señor”. Erguida sobre la luminosa pista, aparenta sonreírle airosa al único espectador quien desde su butaca de piel natural, frenético la recibe, le aplaude, le infunde intensidad. Es su perturbado seguidor eterno, que la invoca invariablemente cuando la nostalgia de pronto perfora su intimidad; cuando ciertos pensamientos ligados a su p

Sempiterna hermandad

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            Inspirado en Anavita y Elodia Vega                                              I Juntas, siempre juntas, casi fusionadas como siamesas compartiendo una sola inhalación, un mismo soplo de vida, una misma sangre.   Se consideraban, y ufanas lo decían, hermanas idénticas, con una diferencia de once meses. Once meses y dos días.   Parecían dos gotas de rocío que penden de una hoja; dos estrellas lejanas con el mismo centelleo; dos briznas de algodón blanco recién cosechado.   De las pesadas huellas que exhibían sus rostros atezados, era posible argumentar los incesantes tropiezos propios de una vida carente de oportunidades; sí de mucho dinamismo cotidiano. Del análisis superficial de sus miradas, una estela de sabiduría aldeana; un aire devoto característico de esos escasos seres altruistas.   Ninguna engendró prole, puesto que dedicaron intensamente sus vidas, a cuidar a sus hermanos. Así, aprendieron a quitarse la ración de sus bocas para dulcificar parcialmente la angustia

La Marcha del Príncipe de Dinamarca (1)

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Uno de los temas predilectos de mi colección musical en la sección de música clásica, es una palpitante obra llamada “La Marcha del Príncipe de Dinamarca”. Conocida comúnmente como Trompeta Voluntaria, fue escrita alrededor de 1700 por el compositor y organista inglés, Jeremiah Clarke. Eso de voluntario significa que es una pieza musical escrita generalmente para órgano, que se toca como parte de un servicio religioso.  En este contexto, la marcha fue interpretada en1981 en las nupcias de la recordada y carismática Lady Diana, con el príncipe Carlos.   También ha sido utilizada en filmes, en videos, en miniseries y en documentales de televisión. Así la banda británica Chumbawamba incorporó en su tema “Tubthumping”, un breve fragmento de la citada melodía; y el recordado cuarteto inglés, The Beatles, la integró en el tema " It's All Too Much”. Además, la banda sonora de Vladimir Dashkevich para Las aventuras de Sherlock Holmes y Dr. Watson, se inspiró en esta composición.

Apología del campesino

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  A don Esaú i Llovía torrencialmente. La noche exhalaba un vaho glacial que crispaba los huesos del valiente campesino. La furia de los relámpagos iluminaba el desabrigado potrero proyectando enigmáticos contornos gigantescos, mientras que los truenos retumbaban en el aire. Parecía que se alejaban y luego volvían con más fuerza, en abierta competencia con los poderosos chispazos que iluminaban toda la zona. Luego, una acentuada oscuridad interrumpida únicamente a intervalos, por la luz azulada que despedían los cocuyos con su desordenado vuelo. El estremecedor ambiente no disminuía la templanza del impávido trabajador, cubierto parcialmente con una bolsa plástica para paliar las gotas de agua que, como afiladas agujas, cortaban su rostro. Portador de una extraordinaria fuerza mental, no se dejaba intimidar por las sombras de esos monstruos de mil cabezas que parecían tomar vida con cada descarga eléctrica; sobre todo aquel colosal prodigio que parecía desplazarse en esas insta

El Bolero de Ravel: galardón a la monotonía

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  Cuando escucho el bolero de Ravel, 1   quizás una de las composiciones musicales más famosas del siglo XX, me he preguntado por qué esta obra, con tantos compases repetidos una y otra vez, no cansa al receptor y éste, lejos de abandonarla, más bien continúa escuchándola embelesado hasta el final de los 16 minutos que perdura. Informándome un poco de tal singularidad, pareciera que Maurice Ravel, compositor francés de esa pieza musical en 1928, tenía dos rasgos particulares de cuya combinación pudo haber concebido tal inspiración: era perezosillo a la hora de escribir, y tenía fuerte pasión por marcarse metas y superarlas.   Entonces posiblemente debido a tal indolencia, hizo una melodía que pareciera ser siempre el mismo sonsonete. Escuchando por ejemplo el imperturbable golpeteo del redoblante, se nota que siempre es el mismo de principio a fin (compases que se ejecutan 169 veces a lo lardo de toda la partitura). Y para superar el reto de hacer una creación que fuese delicada y ab

Oda al riñón

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                                                            Al Dr. Daniel Coto F.(q.e.p.d.)   i   Aliado incondicional en tenaz vigilia, soporte de mis ilusiones; sigues siendo mi rutilante faro conductor de la purificación.   Víscera fuerte y vital, invariable estás en mí para coronarte como triunfadora.   ii   Noche tenebrosa aquella cuando mis estrellas paralizaron su centelleo y la oscuridad anegó mis ambiciones.   Entonces nuestro mundo se derrumbaba: con gran incertidumbre   más suficiente optimismo, removieron a tu pareja enferma y agónica.   Imposible redimirla; ya no podía disfrazar su desviación y, detonante, se manifestó expulsando un encarnado mensajero.   Pero tú, como socorrista al borde de la arena, estabas presto, para una fortuita emergencia. Hoy te yergues, impar, como estatua de acero, incólume.   Apenas inoculado, deposité todas mis aspiraciones en ti; despierto, aunque aturdido, apunté jubiloso al firmamento para proclamar tu existencia; sí extrañé el lecho v