El Bolero de Ravel: galardón a la monotonía
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Cuando escucho el bolero de Ravel, 1 quizás una de las composiciones musicales más famosas del siglo XX, me he preguntado por qué esta obra, con tantos compases repetidos una y otra vez, no cansa al receptor y éste, lejos de abandonarla, más bien continúa escuchándola embelesado hasta el final de los 16 minutos que perdura. Informándome un poco de tal singularidad, pareciera que Maurice Ravel, compositor francés de esa pieza musical en 1928, tenía dos rasgos particulares de cuya combinación pudo haber concebido tal inspiración: era perezosillo a la hora de escribir, y tenía fuerte pasión por marcarse metas y superarlas. Entonces posiblemente debido a tal indolencia, hizo una melodía que pareciera ser siempre el mismo sonsonete. Escuchando por ejemplo el imperturbable golpeteo del redoblante, se nota que siempre es el mismo de principio a fin (compases que se ejecutan 169 veces a lo lardo de toda la partitura). Y para superar el reto de hacer una creación que fuese delicada y ab