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Mostrando entradas de abril, 2024

El Bolero de Ravel: galardón a la monotonía

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  Cuando escucho el bolero de Ravel, 1   quizás una de las composiciones musicales más famosas del siglo XX, me he preguntado por qué esta obra, con tantos compases repetidos una y otra vez, no cansa al receptor y éste, lejos de abandonarla, más bien continúa escuchándola embelesado hasta el final de los 16 minutos que perdura. Informándome un poco de tal singularidad, pareciera que Maurice Ravel, compositor francés de esa pieza musical en 1928, tenía dos rasgos particulares de cuya combinación pudo haber concebido tal inspiración: era perezosillo a la hora de escribir, y tenía fuerte pasión por marcarse metas y superarlas.   Entonces posiblemente debido a tal indolencia, hizo una melodía que pareciera ser siempre el mismo sonsonete. Escuchando por ejemplo el imperturbable golpeteo del redoblante, se nota que siempre es el mismo de principio a fin (compases que se ejecutan 169 veces a lo lardo de toda la partitura). Y para superar el reto de hacer una creación que fuese delicada y ab

Oda al riñón

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                                                            Al Dr. Daniel Coto F.(q.e.p.d.)   i   Aliado incondicional en tenaz vigilia, soporte de mis ilusiones; sigues siendo mi rutilante faro conductor de la purificación.   Víscera fuerte y vital, invariable estás en mí para coronarte como triunfadora.   ii   Noche tenebrosa aquella cuando mis estrellas paralizaron su centelleo y la oscuridad anegó mis ambiciones.   Entonces nuestro mundo se derrumbaba: con gran incertidumbre   más suficiente optimismo, removieron a tu pareja enferma y agónica.   Imposible redimirla; ya no podía disfrazar su desviación y, detonante, se manifestó expulsando un encarnado mensajero.   Pero tú, como socorrista al borde de la arena, estabas presto, para una fortuita emergencia. Hoy te yergues, impar, como estatua de acero, incólume.   Apenas inoculado, deposité todas mis aspiraciones en ti; despierto, aunque aturdido, apunté jubiloso al firmamento para proclamar tu existencia; sí extrañé el lecho v

Funeral

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A R. Gerardo, J. Gabriel y L María Una avalancha de emociones, avivó la profundidad de su ira aquella luctuosa mañana.   Conmocionada, sus ojos diamantinos como gotas de agua congelada, se clavaron en mis agonizantes entrañas.   Ante tal impetuoso trance, las estrellas se disfrazaron, y repentinamente el cielo se eclipsó para dar paso a un funeral.   Una pasión desahuciada y un juramento de unión fracturado, en él venían y no se miraban: Eran invidentes.   Cerca, muy cerca del cortejo, aquella desabrigada cabaña, testigo de frecuentes encuentros apasionados, encubierta se agrietó, no si antes ser refrendaria de dos lamentos: el de un lánguido mirlo pardo y el de un débil corazón atravesado. Mas no eran invitados…   En la lejanía, el mar ensimismado, de un tono gris como ceniza moribunda, lanzó grandes oleadas. Aguas adentro, brotaron melancólicas voces mortecinas; acaso el plañido del silbante viento:   ¡Oh! Jamás retornarán como era costumbre, entrelazadas las manos y descalzos, dibuj