Funeral



A R. Gerardo, J. Gabriel y L María

Una avalancha de emociones,

avivó la profundidad de su ira

aquella luctuosa mañana.

 

Conmocionada, sus ojos diamantinos

como gotas de agua congelada,

se clavaron en mis agonizantes entrañas.

 

Ante tal impetuoso trance,

las estrellas se disfrazaron,

y repentinamente el cielo se eclipsó

para dar paso a un funeral.

 

Una pasión desahuciada

y un juramento de unión fracturado,

en él venían y no se miraban:

Eran invidentes.

 

Cerca, muy cerca del cortejo,

aquella desabrigada cabaña,

testigo de frecuentes encuentros apasionados,

encubierta se agrietó,

no si antes ser refrendaria de dos lamentos:

el de un lánguido mirlo pardo

y el de un débil corazón atravesado.

Mas no eran invitados…

 

En la lejanía,

el mar ensimismado,

de un tono gris

como ceniza moribunda,

lanzó grandes oleadas.

Aguas adentro, brotaron

melancólicas voces mortecinas;

acaso el plañido del silbante viento:

 

¡Oh! Jamás retornarán como era costumbre,

entrelazadas las manos y descalzos,

dibujando fantasías en la arena...

 

Sucedió como si en una sinfonía

que fluye primorosamente,

de repente apareciera en la partitura,

un interminable silencio musical;

un contradictorio interludio sin fin

que provocaría la retirada de los arpegios,

y la polifonía quedaría inconclusa:

el telón cae.

 

…Se ennegreció el horizonte,

la brisa cesó su canto,

y luego se desdibujó.

 

En el cenit, un sol impreciso

contagiado de tal transgresión,

apenas pudo evidenciar

sobre las bandas de un

arco iris dicromático,

tres blancas gaviotas:

tres incipientes gaviotas blancas

que ajenas a todo, sin rumbo trazado

se deslizaban muy juntas

sobre el firmamento …

 

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